'De los $10 o porqué rechazo la antropología pesimista calvinista' es el título original de este escrito, pero como no cabía completo lo puse aquí.
Tras preguntar por un anuncio de renta en la Ciudad de México, un señor que caminaba por la calle se me acerca. Lleva pantalón de mezclilla, camisa y sombrero. Me pregunta:
- ¿Qué calle busca, joven?
- Ninguna. Pregunté por el anuncio de renta.
- ¿Está buscando rentar aquí?
- Sí, pero no he encontrado nada.
- Tal vez si se va más para allá, a las orillas.
- Sí, ¿verdad? Sólo que por todos lados está bien difícil. La situación económica del país está canija.
- Eso sí.
- Ninguna. Pregunté por el anuncio de renta.
- ¿Está buscando rentar aquí?
- Sí, pero no he encontrado nada.
- Tal vez si se va más para allá, a las orillas.
- Sí, ¿verdad? Sólo que por todos lados está bien difícil. La situación económica del país está canija.
- Eso sí.
Seguimos caminando media cuadra a la par. Pero el señor iba más a prisa. Yo, lento, buscando letreros de renta. Como se iba alejando, le dije:
- Bueno, que tenga un buen día.
- Gracias, igualmente. Que encuentre lo que busca.
- Gracias.
- Gracias, igualmente. Que encuentre lo que busca.
- Gracias.
Avanzó un poco más. Se detuvo. Se dio la vuelta, se acercó nuevamente sacando algo de su bolsa del pantalón, era una moneda de diez pesos. Extendiendo su mano con la moneda hacia mí, dijo:
- Tenga joven, para que coma algo.
- Gracias don, no se preocupe, acabo de comer.
- ¿Seguro?
- Sí, muchas gracias.
- Ándale pues, joven, que le vaya bien.
- Igualmente, don.
- Gracias don, no se preocupe, acabo de comer.
- ¿Seguro?
- Sí, muchas gracias.
- Ándale pues, joven, que le vaya bien.
- Igualmente, don.
Cruzó la calle y se fue.
Sentí gozo, ánimo, gratitud. Elevé una oración allí en la calle en voz alta: Señor, bendícelo, suple sus necesidades.
Sentí gozo, ánimo, gratitud. Elevé una oración allí en la calle en voz alta: Señor, bendícelo, suple sus necesidades.
Por personas como él, nobles y bondadosas, no creo en la antropología pesimista de algunos círculos evangélicos. Claro, hay personas malas -también me han asaltado en otros momentos-, pero en todo ser humano se encuentra la imago Dei, no atenuada ni deformada, sino plena. El Creador no abandona a su creación. Su Espíritu obra en ella, sopla de dónde quiere y va a dónde quiere, se mueve libremente en todo ser humano.