miércoles, 17 de abril de 2013

Evangelio cósmico


18 Pues considero que los sufrimientos del tiempo actual no son dignos de compararse con la gloria que ha de ser revelada en nosotros. 19 Porque la expectación ansiosa de la creación añora la revelación de los hijos de Dios. 20 Porque la creación fue sometida a transitoriedad, no voluntariamente sino por el que la sujetó en esperanza. 21 Porque también ella misma, la creación, será liberada de la esclavitud de corrupción hacia la libertad gloriosa de los hijos de Dios. 22 Porque sabemos que toda la creación gime y sufre en común dolores de parto hasta ahora. 23 Pero no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, también en nuestro interior suspiramos profundamente esperando ansiosamente la adopción, la redención de nuestro cuerpo. (Romanos 8:18-23 Traducción personal)

Por años, el pensamiento del creyente respecto al Evangelio ha sido individualista, por no decir egoísta. Así, muchos piensan: “Cristo murió por mí”, argumento cierto pero incompleto, parcial; otros abren su Biblia buscando saber “qué es lo que Dios quiere decirme”, cuyo resultado la mayoría de las veces es una interpretación tergiversada.
Para evitar esta visión reduccionista del Evangelio debemos estudiar con mayor cuidado la Escritura. En esta ocasión daremos un vistazo a un pasaje que nos abrirá los ojos al respecto. Nuestra porción bíblica es Romanos 8:18-23, en ella encontraremos que el Evangelio, las Buenas nuevas de la persona y obra de Jesucristo, no solamente es individual o “espiritual” sino que tiene resultados universales, es un Evangelio cósmico. Veámoslo entonces:
18 Pues considero que los sufrimientos del tiempo actual no son dignos de compararse con la gloria que ha de ser revelada en nosotros.
Después de hablar sobre la lucha del creyente contra sus deseos pecaminosos y la intervención del Espíritu Santo que da evidencia de que se es hijo de Dios (capítulos 7 y 8:17), Pablo expresa que tales sufrimientos no se comparan de ningún modo con la gloria que se mostrará en ellos. Sufrimientos que no solamente son internos, es decir, la lucha con los deseos pecaminosos, sino que también implica las persecuciones que padecían los destinatarios.
La gloria que está a punto de revelarse en el creyente será explicada más adelante por Pablo. Respecto a este versículo se puede indicar que aquella gloria es posterior a los padecimientos, como una completa identificación con Cristo. Por lo que la gloria que ha de ser revelada es exclusiva de los hijos de Dios (Ro. 8:16,17).
19 Porque la expectación ansiosa de la creación añora la revelación de los hijos de Dios.
La palabra griega apokaradokia (que se traduce en RV60 como “anhelo ardiente”) es utilizada solamente por Pablo y aparece en dos ocasiones en el Nuevo Testamento (cf. Flp. 1:20). Es probable que Pablo mismo acuñara el sustantivo apokaradokia formado de la preposición apó, el sustantivo kara, “cabeza”, y el verbo dékomai, “recibir” (algunas palabras derivadas son “observar atentamente”, y “aguardar”) 1. Pablo trataría de expresar una espera tensa y anhelante. También, la palabra apekdejetai (RV60, “aguarda”) es utilizada por Pablo para referirse a la situación de la espera escatológica 2. Es decir, se refiere a la venida de Cristo que impacta el universo de manera total.
La creación se refiere a todo el mundo, todo lo que en él habita, todos los seres vivos. Todo fue creado por Dios, pero en el pecado de Adán se vio afectada la creación. El pecado corrompió la creación, en este sentido podemos contemplar los resultados nefastos del pecado. Muestra de ello, es que los seres creados hayan cambiado su alimentación vegetariana por una omnívora (Gn 1:29; 2:16; cf, 9:3). En la actualidad vemos otro tipo de consecuencias por el pecado humano: derrames petroleros, la contaminación de las compañías mineras, los monopolios de los corporativos en la agricultura, etc., esto es resultado de la avaricia, egoísmo e impertinencia del ser humano. Con esto en mente, entendemos porqué la creación ansía la revelación de los hijos de Dios.
Tal expectación y espera gira en torno a la revelación de los hijos de Dios, que será plenamente consumada en un tiempo futuro. Sin embargo, es algo ya presente, pues los hijos de Dios son aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios (8:14) y por el clamamos ¡Abba Padre! (8:15 cf. 1 Jn 3:). Esto indica que Dios es Padre pero no todos son hijos suyos, sino quienes padecen junto con Jesucristo y serán glorificados también junto con él, esa es la gloria que será revelada y lo que añora en ansiosa expectación la creación.
Esto es una llamada de atención para los cristianos, pues debemos sentir vergüenza ante nuestra indiferencia hacia la naturaleza. La acción de algunos ecologistas da mejor ejemplo que el nuestro. Parte del problema se debe a una escatología sin implicaciones para el presente: muchos creen que la vida aquí es transitoria y por lo tanto no importa que el mundo se pudra… al fin y al cabo, "viviremos en el cielo". ¡Ésta es una enseñanza errada!, pues Dios nos ha dado la tarea de ser administradores de la creación (Gn 1:28).

20 Porque la creación fue sometida a transitoriedad, no voluntariamente sino por el que la sujetó en esperaza.
gar (porque) introduce la razón de la expectativa de la creación: fue sometida a vanidad (RV60). Esto no indica que la creación carezca de valor sino que Pablo realiza un contraste entre ese sometimiento y la libertad de la que será partícipe. La palabra mataióteiti puede ser traducida también como "futilidad o transitoriedad" 3, así algunos eruditos expresan: “Esta creación, según Romanos 8:19-20, es la que, en cierta conexión con la caída humana, está sujeta a decadencia, girando en un círculo gigantesco de futilidad. La futilidad asume la forma de temporalidad, que ofrece espacio tanto para el arrepentimiento como para la posibilidad de ofensa” 4.
Pero también, vanidad “se concibe ésta como ‘la frustración de no ser capaz propiamente de cumplir el propósito de su existencia, Dios habiendo designado que sin el ser humano no sería hecha perfecta’” 5. Por eso mismo requiere que nosotros, los hijos de Dios, cuidemos de ella y contribuyamos a su desarrollo.
El verbo "fue sometida" es un pasivo teológico, es decir, quien realiza la acción es Dios mismo. Dios juzgó el pecado del ser humano y la creación fue maldita (Gn. 3:17). Pero Dios no abandona su creación sino que también después de su juicio a través del diluvio hace un pacto con los seres humanos y todo lo creado, además el ser humano seguirá siendo responsable de sus actos hacia la creación (Gn. 9:1-17). Por lo tanto, Dios la somete a temporalidad porque también la somete a esperanza. La creación no permanecerá en ese estado de vanidad, al igual que el cristiano tiene esperanza, y esa esperanza se fundamenta en la persona y obra de Jesucristo, es decir, el Evangelio, las Buenas nuevas.
21 Porque también ella misma, la creación, será liberada de la esclavitud de corrupción hacia la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
De modo que la esperanza de la creación es su liberación de la esclavitud de corrupción. Esta corrupción indica su descomposición, y es resultado del pecado humano. Calvino escribiría: “Necesitamos considerar ahora la horrible maldición que hemos merecido, puesto que todas las criaturas, desde la tierra hasta el cielo, se resienten por el castigo de nuestro pecado, aunque sean inocentes. Pues si ellas luchan bajo la corrupción es por nuestra culpa. De este modo, el cielo y la tierra y todas las criaturas llevan impresa la señal de condenación de todo el género humano” 6.

Lo podemos apreciar claramente en todos los procesos de la naturaleza, cada vez más se ve afectada por la polución en el aire, el agua, la tierra; la tala inmoderada para unos cuantos muebles u hojas de cuadernos; la caza de animales exóticos que ya están en peligro de extinción; incluso las “buenas intenciones” del ser humano para mejorar la producción de gallinas o reses que sean más grandes y generen mayores ingresos: saturan a los pobres animales con hormonas para que sean mucho más grandes y después tener suficientes cortes para una deliciosa BigTasty.

No podemos desentendernos de lo que le sucede al Mundo. Martín Lutero comenta: “No significa que la creatura deje de existir absolutamente, sino que no estará más sujeta a vanidad, porque aparecerá en gloria… Leemos en 2 Pedro 3:13: ‘Nosotros esperamos… cielos nuevos y tierra nueva…’ y en Isaías 65:17: ‘…yo crearé nuevos cielos y nueva tierra; y de lo primero no habrá memoria…’” 7.
La libertad es gloriosa, en contraste a la esclavitud de corrupción presente. Y esa libertad gloriosa le pertenece a los hijos de Dios. Nosotros, no esperamos llegar a ser angelitos, o personas con togas y arpas, o nubecitas flotando en el cielo, sino que esperamos habitar cielos nuevos y tierra nueva glorificando al Señor en todo lo que hagamos, incluyendo el cuidado de esa nueva creación.
22 Porque sabemos que toda la creación gime y sufre en común dolores de parto hasta ahora
El verbo sustenádzei puede traducirse como "gime juntamente" pero también como "suspira con". Con esta imagen Pablo presenta el anhelo de la creación (v. 19). Una creación que suspira melancólicamente pero al mismo tiempo de manera dolorosa, pues junto a este verbo Pablo utiliza uno aún más intenso: sunodínei (RV60, "dolores de parto"). La creación en su totalidad sufre, pero “el clamor de la tierra aquí no es el de ‘la agonía del planeta tierra’ sino el de un parto para engendrar la nueva creación” 8. Esta imagen se repite desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento: “En el fondo se halla la imagen apocalíptica de los sufrimientos o dolores de parto de la era mesiánica, que son señales de la llegada de lo nuevo (Is. 26:17s; Mi. 4:9; Mc. 13:8 par.; Jn. 16:21s)” 9. Esos dolores de parto se sufren en el presente al igual que se goza de la esperanza: “Todo lo temporal, todo lo creado, todas las cosas testimonian la verdad de que el tiempo en que vivimos es el tiempo del ahora divino, la verdad de que él lleva en su seno un futuro eterno, no nacido, pero viviente” 10. Por lo tanto, el dolor intenso se verá reducido a algo meramente transitorio pues la alegría y gozo de lo venidero hará imposible comparación alguna (v. 18).
Para Pablo “es un auténtico nuevo nacimiento lo que Cristo ha hecho posible tanto en la esfera física como en la espiritual” 11. Podemos observar aquí lo cósmico del Evangelio. La manifestación de lo nuevo, aquello que se anhela y por lo que se suspira, es un evento en tensión, ya realizado y a la vez inminente.

23 Pero no sólo ella, sino también nosotros mismos, que tenemos las primicias del Espíritu, también en nuestro interior suspiramos profundamente esperando ansiosamente la adopción, la redención de nuestro cuerpo.
"Nosotros" se refiere a sí mismo, Pablo, y sus destinatarios, los romanos, pero de una manera nos hace partícipes a todos los creyentes pues somos los que tenemos las primicias del Espíritu. La palabra aparjeín (primicia) indica los primeros frutos de una cosecha, o los primeros productos de la naturaleza. Los cristianos tienen las primicias del Espíritu (eco de los vv 8:14-17, el Espíritu habitando en el creyente), lo que indica algo aún por venir. Pero también, en el griego profano es: “el término formal para un certificado de nacimiento”12. Este elemento también puede iluminar más la escena que nos va presentando Pablo: dolores de parto, alumbramiento, certificado de nacimiento.
Y al igual que la creación entera el creyente también suspira o gime por su adopción. No significa que el creyente esté con la incertidumbre de llegar algún día a ser hijo de Dios, pues ya Pablo explicó unos versículos atrás que el creyente ya es hijo de Dios y tiene su Espíritu que le asegura su filiación (Ro. 8:16; cf. Ga. 4:4-6). La adopción, en este contexto, se refiere a la redención de nuestro cuerpo. Esa es la esperanza que tiene el creyente y lo que anhela: un cuerpo libre de todo deseo pecaminoso (Ro. 7; 8:11), libre de la mortalidad, libre de toda corrupción.

En conclusión: “Así perciben éstos [los cristianos] en el actual gemir y en los dolores de la creación una correspondencia con sus propios sufrimientos y gemidos y reconocen en ello que la redención que esperan no sólo afecta a ellos, sino a la totalidad de la creación de Dios, de manera que desde ahí v. 18 adquiere significación universal” 13. De modo que el Evangelio que proclama el cristianismo es cósmico. Con esto en mente, cuidemos ahora nuestro planeta que tanto anhela nuestro accionar. Dejemos a un lado nuestro individualismo. Podemos crear jardines en nuestras iglesias, reforestar parques, apoyar alguna organización ecologista, tengamos un uso mejor del agua, no tiremos basura en la calle. Hay tanto que podemos hacer por el planeta, ¡hagámoslo! De esta manera también proclamamos el Evangelio de Jesucristo, el Evangelio cósmico.


  1. H.Balz, “apokaradokia”, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento Ed. Horst Balz y Gerhard Schneider (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2005, 1: 396-398). 
  2. M. E. Glasswell, “apekdejomai”, Ibíd, 1240.
  3. F. Wilbur Gingrich y Frederick William Danker, Shorter Lexicon of the Greek New Testament 2a. ed. (Chicago: The University of Chicago Press, 1965), version electrónica en Bible Works 7, CD-ROM, 2006. Traducción personal.
  4. W. Foerster, “ktísis”, Compendio del diccionario teológico del Nuevo Testamento Ed. Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2003), 476. 
  5. Ulrich Wilkens, La Carta a los Romanos. Rom 6-16 (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1992), 2: 190.
  6. Juan Calvino, Comentario de Juan Calvino sobre Romanos (México, D.F.:Publicaciones de la Fuente, 1961), 213.
  7. Martin Luther, Commentary on Romans (Grand Rapids, Michigan: Kregel Publications, 1976), 125. Traducción personal.
  8. Juan B. Stam, Las buenas nuevas de la creación (Buenos Aires, Argentina: Ediciones Kairós, 2003), 49.
  9. H. R. Balz, “sunodíno”, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento Ed. Horst Balz y Gerhard Schneider (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002), 2:1610.
  10. Karl Barth, Carta a los Romanos (Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1998): 373.
  11. Ian Bradley, Dios es “verde”. Cristianismo y medio ambiente (Santander: Editorial Sal Terrae, 1993), 106.



No hay comentarios:

Publicar un comentario