Reniegas
de ‘la religión’ diciendo: “Dios no es religión, es relación”. Pero contesta
las siguientes preguntas: ¿Oras, ayunas, o diezmas?, ¿vas a la iglesia y
participas en otras reuniones y actividades?, ¿escuchas grupos como Hillsong o Rojo, o a cantantes como Marcos,
Danilo, Jesús Adrián, o también a Marto, o incluso a Decyfer Down, Switchfoot, Relient K o Skillet? O finalmente, ¿le has dado like a la página de Facebook titulada “Dios no es religión, es relación”? Si
respondiste afirmativamente a cualquiera de estas preguntas, déjame decirte: Eres un
religioso. Y al no quererlo aceptar, eres un religioso reprimido.
Ahora,
antes de que te me pongas punk mejor
aclaremos los conceptos. ¿Me das chance? El Diccionario en línea de la Real
Academia Española ofrece la siguiente definición de religión:
Conjunto de creencias o dogmas acerca de la divinidad, de sentimientos de veneración y temor hacia ella, de normas morales para la conducta individual y social y de prácticas rituales, principalmente la oración y el sacrificio para darle culto.
Así que veamos, tú tienes un conjunto de creencias o dogmas acerca de
la divinidad. Por ejemplo: crees en la Trinidad (Teología), crees que
Jesucristo es el Hijo de Dios (Cristología), crees en el Espíritu Santo
(Pneumatología), crees en la inspiración de la Escritura (Bibliología), etc., y
estas creencias son tu dogma, tu fundamento.
Tienes sentimientos de veneración y temor hacia
ella. Aquí “ella” se refiere a “la divinidad”. En otras palabras, amas a
Dios y temes a Dios (que por cierto, “el temor a Dios” o “de Dios” no sólo
quiere decir “reverenciar” sino que significa realmente tenerle miedo, terror,
pavor; el “temor a Dios” es la expresión más profunda del amor a Dios puesto
que te conduce a obedecerlo y honrarlo sabiendo que él es Soberano absoluto -pero
en otra ocasión te escribiré de esto con más detalle).
Con base a esa creencia o
dogma, tienes normas morales para la
conducta individual. Ejemplos: te cuidas de no tener vicios, sea el
alcohol, el cigarro, las apuestas, la coca-cola, la pornografía, o cualquier otro. Buscas
leer o escuchar cosas que “te edifiquen” y “tener buen testimonio”.
Esas normas morales te dan
lineamientos para tu conducta social.
Eres buen ciudadano: tiras la basura en su lugar, te llevas bien con tus
vecinos y amigos, lees el periódico y levantas la voz por la justicia, alientas
a tus compañeros a hacer lo correcto, y también muestras respeto en tus
relaciones con el sexo opuesto (no eres mujeriego ni andas de “calenturiento”,
al contrario, eres honesto y fomentas la pureza sexual). Recordemos que esto no
es porque tú seas muy bueno sino porque se fundamenta en tu creencia o dogma.
Y finalmente tienes un
conjunto de prácticas rituales,
principalmente la oración y el sacrificio para darle culto. Entre
las prácticas rituales que seguramente practicas están la oración, el ayuno, la
ofrenda, el diezmo, la lectura de la Biblia, la participación en la “Santa cena”, en el “ágape”, los cantos o alabanzas; si eres pentecostal o neopentecostal o
carismático, podríamos añadir que “hablas en lenguas”, “profetizas”, “declaras”,
haces “guerra espiritual”, alabas a Dios con banderas, panderos, danzas, etc.
El sacrificio que se menciona en la definición,
en tu caso, seguramente no es de animales sino de tu mismo ser, entran aquí
conceptos como el “negarse a uno mismo”, “tomar la cruz”, o “el discipulado”. Y
todo ello es para darle culto a la divinidad, en este caso nos
referimos a Dios.
Entonces, si partimos solamente
de esta definición lingüística sería suficiente para que nunca más vuelvas a
expresar la dichosa frasecita. Y así aceptar y abrazar tu religiosidad… a menos, claro está, que nada de lo mencionado tenga que ver
contigo, en ese caso, ni religioso ni evangélico ni cristiano eres.
En la siguiente entrada
escribiré en concreto sobre la religión expresada en la Biblia, digo, por si te
interesa.