“Dios no es religión, es relación”,
dicen los que yo rebauticé como religiosos
reprimidos. En la publicación anterior ya escribí porque desde el mero uso
del término se equivocan. Ahora, con el fin de aclarar esta cuestión y esperando cambiar tu concepción de la religión, voy a escribir un poco desde el punto de vista
bíblico-teológico, primero enfocándome en el mismo Señor Jesucristo.
Encontramos en el Antiguo Testamento
a un hombre común y corriente, originario de Ur de los Caldeos, se trata de
Abram. Dios pacta con él y le da descendencia, tierra y nombre (Gn. 12). Años más tarde, sus
descendientes se multiplican grandemente en Egipto y son esclavizados. Dios
escucha su clamor y llama a Moisés para ser su portavoz (Ex. 3). Al ser
liberados de Egipto, Dios realiza un nuevo pacto con ellos (Ex. 24). Es aquí
donde la religión judía nace. Si no me crees, simplemente lee Levítico o
Deuteronomio y te darás cuenta de todos los ritos establecidos por Dios mismo,
mediante los cuales él se da a conocer a su pueblo permitiéndole relacionarse
con él.
Es cierto que después Dios mismo
juzgaría y criticaría la mala conducta de su pueblo en los actos rituales, como
en Oseas 6:6, “Porque misericordia
quiero, y no sacrificio, y
conocimiento de Dios más que holocaustos.” Pero esto se debe a que su pueblo
vació de contenido dichos ritos, más no porque estos fueran malos o sin valor
alguno. Eran ritos parte del culto a Dios, y estaban preestablecidos por la ley
dada por él mismo. El problema surgió cuando estos ritos eran realizados por el pueblo sin
comprender por qué se hacían o peor aún, cuando a sabiendas de lo que
implicaban, los llevaban a cabo de manera hipócrita. Con todo, Dios no elimina
estos rituales; de hecho, sería el Hijo de Dios quien los cumpliría plenamente mediante
su sacrificio.
Como
evangélico crees que Dios se encarnó, que Dios se hizo hombre. Sin embargo, no
fue cualquier hombre, nació y fue criado en una sociedad, cultura y -sí, aunque
no lo creas- una religión determinada. En concreto, fue un judío y vivió como
judío, apegado a la ley y cumplidor de sus ritos en el sentido estricto: fue
circuncidado al octavo día (Lc. 2:21), lo cual era la señal del pacto y
requería el cumplimiento de toda la ley (cp. Ga. 2:3); y a los doce años fue
llevado al Templo en Jerusalén (Lc. 2:42), al respecto Joachim Jeremías (Jerusalén en tiempos de Jesús. Madrid; Ediciones
Cristiandad, 2000, p. 112) explica:
…algunos textos del Talmud indican los trece años como la edad en que comienza la obligación de cumplir los preceptos de la ley; pero esos textos no contradicen la noticia de Lc. 2:42; los niños eran llevados ya a los doce años en peregrinación para habituarlos al cumplimiento del precepto, que les iba a obligar a partir del año siguiente.
Y
también Leon Morris (Tyndale New
Testament Commentaries. Luke. Grand Rapids, Michigan: Inter-Varsity Press,
1995, p. 100) señala:
Era a los trece años de edad que un niño judío se convertiría en un ‘hijo del mandamiento’ o pleno miembro de la Sinagoga (cf. Misná, Aboth 5:21; Nidda 5:6). Él entonces asumiría todas las responsabilidades implicadas en la circuncisión. De todas maneras, para algunas prescripciones, la Misná provee que un niño pueda llevarse al cumplimiento de la ley uno o dos años antes de cumplir los trece, a fin de que esté preparado (Yoma 8:4)… (Traducción mía).
Más
adelante, ya en su ministerio, Jesús expresa: “No penséis que he venido para
abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir”
(Mt. 5:17). Entonces, tenemos que Jesús, el Hijo de Dios, hombre judío, es
sumamente religioso: cumple con la ley plenamente, no solamente a través de los
ritos exigidos sino con su conducta, su vida, su amor… de manera que es capaz
de enseñar y corregir al respecto a los líderes religiosos. Jesús cita Oseas 6:6, “Porque misericordia quiero, y no
sacrificio, y conocimiento de
Dios más que holocaustos”, en dos ocasiones registradas en Mateo 9:13
y 12:7. Estas citas se dan en un contexto donde los líderes religiosos siguen sin captar el
significado de tales ritos o demuestran su hipocresía ante sus implicaciones.
De modo que la religión para el Señor
Jesús no es mala, ni siquiera la rechaza, al contrario, cumple con ella. La
religión de sus padres es donde esa relación con su Dios, su Padre, se desarrolla.
Jesús, en sus enseñanzas y en su vivir, explica la religión judía a todos sus
compatriotas, incluso a los líderes religiosos así como a los paganos. Por
tanto, si eso lo hizo Cristo Jesús y tú te dices cristiano, ¿por qué reniegas
de la religión? ¿Por qué no mejor explicar con tu misma vida lo que implica la
religión, tal como lo hizo Jesús?
No hay comentarios:
Publicar un comentario