Después de ver algunas cuestiones en cuanto a los
conceptos religión-relación, les escribo finalmente un estudio de Santiago 1:26-27. Mi deseo es que sirva para que cada uno de nosotros que decimos
creer en Jesucristo, realicemos una evaluación de nuestra fe, nuestra religión,
y entonces seamos religiosos genuinos.
Dietrich Bonhoeffer, analizaba la motivación y el
resultado que tenían las acciones de dos tipos de iglesias. Distinguía que
mientras una cultiva flores de invernadero, impulsada por un amor psíquico,
egoísta; el otro produce frutos saludables que crecen, por voluntad de Dios, en
libertad bajo el cielo, expuestos a la lluvia, al sol y al viento, como
resultado de un amor espiritual,
sacrificial y entregado al otro (Dietrich Bonhoeffer. Vida en comunidad. Salamanca: Ediciones
Sígueme, 2003; p. 28).
Actualmente, muchas iglesias aparentan ser
cristianas pero existe una gran diferencia. Muchos hombres y mujeres, ancianos,
jóvenes y niños dicen ser creyentes en Cristo, pero su modo de vivir indica lo
contrario. Hay flores radiantes, de colores hermosos y vistosos, de grato
aroma, pero de invernadero, de ornamento: gente que aparenta piedad pero tan
sólo busca sus propios intereses. Pero también hay frutos, maduros, jugosos,
deliciosos al paladar, útiles y necesarios: cristianos genuinos que se dan a sí
mismos a la comunidad en la que viven y le dan vida.
Santiago escribe su epístola a todos los creyentes
de los primeros años de la iglesia, demostrándoles que el religioso genuino es
aquél que obedece sirviendo a los demás y, por lo tanto, es el que cree. El
cristiano es el que demuestra en sus obras su fe: aquél que es fruto agradable
a Dios. Sin duda, esta epístola fue dura de aceptar para la comunidad de aquél
entonces, y lo ha seguido siendo, incluso algunos representantes de la Reforma
la rechazaron por su énfasis en las obras. Así que hoy nos toca a nosotros
escudriñar nuestra proclama de ser cristianos, debemos preguntarnos: ¿qué clase
de religioso soy?, ¿seré flor o fruto? Para responder adecuadamente a esta
interrogante veamos nuestro pasaje, Santiago 1:26-27:
Si alguno se ve como
religioso, pero no controla su lengua sino que engaña su corazón, su religión
es inútil. La religión pura e incorruptible delante de Dios Padre es esta:
visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación, y guardarse sin
mancha del mundo. (Traducción mía)
Partiendo de este pasaje, vemos que existe el
peligro de autoengañarse sin ser útil para nadie: se trata de la flor (1:26). Si alguno se ve como religioso, pero no
controla su lengua sino que engaña su corazón, su religión es inútil.
En estos dos breves versículos, Santiago utiliza
la palabra ‘religión’ en dos ocasiones y ‘religioso’ una vez. Lo que se
entendía por ‘religión’ era: las creencias apropiadas y práctica devota de
obligaciones relacionadas a personas y poderes sobrenaturales (Louw-Nida Lexicon. Versión digital en
BibleWorks7). En este
caso se trata obviamente de la religión cristiana. “Es una estructura de
eficacia retórica… Se ofrecen ejemplos de piedad
religión falsa o verdadera” (“threskeía”,
W. Radl. Diccionario exegético del Nuevo
Testamento. Volumen 1. Horst Balz y Gerhard Schneider, eds. 3ra ed.
Salamanca; Ediciones Sígueme, 2005; p. 1898). Por lo que el ‘religioso’ es uno
que se ocupa de las ordenanzas religiosas (Friberg
Lexicon. BibleWorks7).
Comienza con aquel que “se cree religioso”, o
“piensa que es religioso”. Hoy podríamos decir que se trata de personas que
creen que son cristianas porque asisten a la iglesia, leen la Biblia, o porque quizá
debido a que su familia es cristiana también ella lo es. Pero la Palabra nos da
parámetros para examinarnos:
El que se cree religioso no controla su lengua. Esta es una de las
características más visibles. Cuando el autor escribe “no controla” o “refrena
su lengua” utiliza la figura que describe al jinete que utiliza las riendas
para dirigir su caballo. Entonces el que no “controla” su lengua, ¡es como el
que va cabalgando sin tomar las riendas de su caballo! Una locura cuyo
desenlace es un grave accidente para él, y seguramente con daños a terceros. Es
curioso que, por ejemplo, muchos de los que se creen religiosos dicen “hablar
en lenguas” cuando son “llenos del Espíritu”, pero no controlan su lengua
cuando dicen chismes, groserías, chistes sucios, albures, mentiras, o
adulaciones.
La siguiente cualidad que nos da la Escritura no es visible, por lo que nos
lleva a escudriñar nuestra vida con mayor detenimiento. El texto dice que
“engaña su corazón”. En la Escritura el “corazón” señala la fuente de las
diversas manifestaciones del hombre: el interior, por oposición al rostro o a
los labios, la fuente de los pensamientos intelectuales, de la fe, de la
comprensión, de la conciencia moral (Xavier Léon-Dufour. Diccionario del Nuevo Testamento.
Bilbao: Editorial Desclée De Brouwer, 2002; pp. 203-204). Por tanto, el que se cree religioso se
auto-engaña. En este pasaje los dos verbos ‘refrena’ (o ‘controla’) y ‘engaña’ están en voz activa, lo que
nos muestra que son acciones que la persona voluntariamente realiza.
Anteriormente, la Palabra nos dice que el religioso no controla su lengua y
ahora nos habla de que engaña su corazón. Hace un contraste entre aquello que
es notorio, su hablar, y lo más profundo de su ser, su corazón, para recalcar
que todo está terriblemente mal. Además, el ‘corazón’ es la fuente de la
conciencia moral. En consecuencia, si uno engaña su corazón el resultado será
una doble moral.
Por eso, el que se cree religioso no sirve a nadie. No importa cuánto se esfuerce
en aparentar, toda su religión es vana, está vacía. Y eso, se ve en el servicio
a los demás, puede que aparente pero la falta de obras demuestra lo contrario.
Es como aquellos que se jactan de sus puestos o de sus títulos, y les gusta que
les digan “diacono”, “pastor”, o el que está más elevado, “apóstol”, o como a
los que les gusta discutir en Facebook
diciendo: “no se trata de religión sino de relación”, pero no hacen nada por
los necesitados, ni por sus hermanos en la iglesia, ni por su familia. Estos
son aquellos que describía Bonhoeffer: flores de invernadero, lucen bien pero
no sirven para nada. Si no estás sirviendo a los demás tu religión es inútil,
de nada sirve la apariencia que des.
Santiago nos exhorta tan reiteradamente a obrar demostrando nuestra
fe. El religioso genuino es misericordioso sirviendo a todos, es el fruto
(1:27). La religión pura y sin mancha
delante de Dios Padre es esta: visitar a los huérfanos y a las viudas en su
tribulación, y guardarse moralmente puro del mundo. Así es, la Biblia sí
nos habla de religión. El cristianismo sí es una religión y dicha religión es pura
e incorruptible delante de Dios.
La palabra ‘pura’ siempre se utilizaba en torno a
la religión. En el A.T. estaba relacionada al culto. Había muchas maneras de
contaminarse y por las cuales uno debía purificarse: por el contacto con el
nacimiento o con la muerte, por medio de cualquier cosa relacionada con un
culto extranjero, por el contacto con un enfermo como un leproso, o con una
mujer en su período de menstruación, o por estar en ciertos lugares como en la
misma casa que un cadáver; incluso las sectas más estrictas consideraban a otro
grupos como deficientes: judíos corrientes, semijudíos, samaritanos y gentiles.
Por esto mismo, la persona debía purificarse continuamente principalmente por
medio de agua: lavamiento, aspersión o baño. A veces debía presentarse una
ofrenda que también debía ser pura; todo esto se realizaba considerando que
Dios es santo. Algunos profetas ya hablaban en contra de aquellos que solo manifestaban
una pureza externa (Gerhard Kittel y Gerhard Friedrich. Compendio del diccionario teológico del
Nuevo Testamento. Grand Rapids,
Michigan: Libros Desafío, 2003; pp. 377-378). Ahora, puedes verlo como algo muy ajeno pero la
verdad es que no estamos tan lejos de aquellos tiempos en lo que ha conceptos
se refiere: Hoy, algunos evangélicos buscando ser “puros” no se juntan con no
creyentes porque “son del mundo” y los “contaminan”. O los domingos, hay quien
se baña y se perfuma y se presenta reluciente porque va a la iglesia, el
templo, el lugar donde Dios se encuentra... pero sólo aparenta.
El mismo Señor Jesús habla duramente contra los
fariseos por su falsedad (Mt. 23). Por esto, también Santiago habiendo
explicado antes las características del que se cree religioso, ahora nos enseña
que existe una religión que es pura. En este sentido es una pureza completa,
interna, moral, a diferencia del religioso que se auto-engaña. Hay una religión
pura.
Y esta religión es también sin mancha. Santiago usa
la palabra amíantos cuya raíz es miaíno. Miaíno en forma neutral significa “pintar de color”. Con sentido de
censura significa “manchar” (Ibid, 580-581). Con el privativo “a”, nos indica que hay
una religión que es pura y sin mancha, sin contaminación, por lo tanto
incontaminada o inmaculada.
La Palabra nos muestra que sólo está religión
puede permanecer delante de Dios Padre. Vean esta panorámica: Dios es Santo,
todo aquello que no alcanza esa medida no puede estar en su presencia. Pero Jesús
terminó con los rituales de purificación, sólo Cristo Jesús nos purifica y nos
hace aceptables ante Dios Padre. Por tanto, el cristiano genuino, cuya religión
es pura y sin mancha, puede ser aceptado por Dios Padre y estar delante de él. Y
el cristiano, el que practica la religión pura y sin mancha, muestra
evidencias.
No es suficiente pretender ser religioso, es
necesario dar fruto. Por esto mismo, es que el cristiano genuino es
misericordioso. Santiago nos muestra aquí un ejemplo del cristiano genuino:
“visitar a los huérfanos y a las viudas en su tribulación”. Esta explicación es
representativa. La Palabra hace eco de la enseñanza veterotestamentaria,
mandatos reiterados una y otra vez que demuestran la acción propia de la
proclama del Evangelio.
La palabra ‘visitar’ tiene un significado
mucho más profundo. No significa ir a la casa de la señora viuda, esperar que
te reciba y te invite a comer. Aclaro esto, porque hay muchos pastores o “diáconos
de visitación” que dicen cumplir con este mandato. Salen bien arregladitos para
la casa de la persona, pero calculan el tiempo, llegan exactamente a la comida.
Platican un poco: “¿cómo ha estado?”, “bueno, estoy orando por usted”, y fue
todo, se fueron y comieron gratis.
La palabra griega para ‘visitar’ es episképtesthai. En el griego secular indica “mirar sobre”, “considerar”,
“reflexionar”, “examinar”, “investigar”, “cuidar”. Pero la LXX intensifica el
significado de “cuidar” como en Génesis 50:24-25 (Ibid,
243). Jesús enseñó el deber
de visitar al enfermo, no sólo dentro del pueblo judío, sino que ¡lo aplicó a
todas las gentes! En este mismo sentido lo expresa Santiago. Esta tarea no es
únicamente del pastor o del diácono o ministro, es de todos nosotros. Nos
enseña que debemos de cuidar, de proteger, de velar por los más indefensos,
representados con “los huérfanos y las viudas”. Si uno dice ser cristiano pero
no obra misericordia, su proclama está tela de juicio.
Todo el tiempo tenemos una gama de
oportunidades para expresar la misericordia a nuestros amigos, nuestra familia,
pero también al desconocido. El religioso genuino es misericordioso. No es una
flor que sólo se ve bonita, aislada en el invernadero. El religioso genuino es
un fruto expuesto a la intemperie, al mundo, ahí debe de estar y ahí es donde
sirve. Su misericordia expresada a las personas a su alrededor lo identifica
como cristiano.
También, el religioso genuino se guarda
moralmente puro del mundo. Se guarda ‘sin mancha’ aunque está en el mundo: el
fruto en la intemperie. El concepto “sin mancha” se utiliza para traducir la
palabra áspilon, su sentido cultual
es “sin defecto” como lo utiliza 1 Pedro 1:19. Pero este pasaje de Santiago
1:27 al concepto cultual le da un significado moral. Ya no es lo externo o la
presentación sino lo más profundo del ser. El cristiano se guarda moralmente.
Los verbos que utiliza, en el texto
griego, están en infinitivo presente, lo que nos enseña que la acción es
constante, continua. La preposición griega que se usa en “del mundo” es
señalamiento de disociación e implica la ruptura de una asociación previamente
establecida. Por lo tanto, cuando nos dice la Escritura que el cristiano se
guarda moralmente puro del mundo nos
enseña que aunque estemos en el mundo ya no estamos ‘asociados’ a él. El
guardarse moralmente puro nos ayuda a separarnos del mundo en el sentido que ya
no pensamos y vivimos de acuerdo a él. Nuestra moral no es la del mundo,
nuestra moral proviene de las enseñanzas de Jesucristo. Por eso el cristiano
vive la religión pura y sin mancha delante de Dios.
Habiendo examinado este breve pasaje
podemos responder la pregunta: ¿Soy un religioso autoengañado o un religioso
genuino? ¿Flor o fruto? Si al examinarte te diste cuenta que te has creído
religioso pero no controlas tu modo de hablar, y te has estado engañando a ti
mismo, entonces no conoces cuál es la religión aceptable a Dios. No sigas fingiendo,
has sido una flor. Abraza plenamente la religión cristiana. Sé un religioso
genuino, un cristiano, muestra tu fe con tus acciones: la misericordia que Dios
ha tenido de ti al enviar a su Hijo Jesucristo, muéstrala también a todas las
personas a tu alrededor, sé un fruto limpio aun en la intemperie.