martes, 29 de octubre de 2013

La guerra y los cristianos



Después de haber visto un panorama acerca de la guerra en el AT y en el NT, ahora veamos algunos ejemplos de cristianos en tiempos de guerra. Se ha observado bien que en el NT "a los cristianos no se les dice que sirvan como soldados, ni a los soldados que se hacen cristianos se les dice que abandonen el servicio."[1] Esto a partir del mandato de Pablo de que el creyente debe quedarse en la condición en la que fue llamado (1 Corintios 7:20, 24). Por lo que se mantiene entonces una tensión entre el ser cristiano y el servicio prestado en la milicia. Por otro lado, el cristiano que no está directamente involucrado en la milicia ha tenido que evaluar las situaciones en las que de pronto se ha visto inmerso y obrar congruentemente a su fe. A continuación veremos algunos ejemplos.

Con el Edicto de Milán (313 d.C.) Constantino otorgó a los cristianos la libertad de reunirse y practicar su religión. La razón fue su conversión, que como cuenta la historia cambió no sólo el rumbo de una batalla sino de todo el Imperio Romano. Constantino vio en el cielo una señal, la cruz, y la voz celeste: "En este signo vencerás". Ésta fue la primera vez que Cristo fue presentado como estandarte de batalla pues se hizo gravar el monograma de Cristo en las armaduras de los soldados. Lo que sabemos al respecto es que muchos cristianos pensaron que Constantino "fue el único, entre todos los que tuvieron en su mano el poder romano, que era amigo de Dios y soberano del universo." [2]

Pero otros cristianos no veían con buenos ojos esa nueva relación del Imperio con la iglesia de Cristo y reaccionaron con una severa crítica al Imperio. Así ha quedado atestiguado: 
Ahora debemos luchar contra el anti-Cristo… Éste no nos apuñala por las espaldas, sino que nos acaricia el vientre… No confisca nuestros bienes, sino que nos enriquece para la muerte… No azota nuestras espaldas, sino que debilita nuestra alma con su oro… Construye iglesias para demoler la fe… Tú distribuyes entre tus adictos sillas episcopales, reemplazando los buenos por los malvados… Tú logras ser perseguidor sin hacer mártires. [3]
Esa actitud imperialista también la tuvieron los colonizadores españoles, con el objetivo claro de evangelizar-conquistar bajo "la cruz y la espada". Los pueblos de Latinoamérica sufrieron gravemente, a más de quinientos años todavía quedan las heridas que buscan cicatrizar. Pero aún dentro del mismo clero hubo quienes optaron por otra manera. Tal es el caso de san Francisco de Asís quien veía dos modos de evangelizar:
…en primer lugar, viviendo la fraternidad en medio de paganos, sirviéndolos y confesándose como cristianos; y en segundo lugar, y "cuando juzgaren que es grato al Señor", anunciando directamente el evangelio. Se renuncia, pues, a toda voluntad de dominación y expansión del sistema de la fe por cualquier forma de violencia, ni siquiera simbólica. [4]
El Evangelio no se impone de manera violenta. Pero podemos apreciar que cada gobierno tenía sus propias motivaciones enfermas de poder. En muchos de nuestros países latinoamericanos hemos observado gobiernos que, sin la necesidad de usar la religión, han oprimido al pueblo causándole la muerte. ¿Qué hace el cristiano entonces? Santo Tomás de Aquino da una premisa importante:
El gobierno tiránico no es justo, por no estar ordenado al bien del pueblo sino al bien particular del gobernante. Igualmente, el derrocamiento de este régimen no tiene carácter de sedición, fuera del caso que se hiciera con tanto desorden que entrañara para el pueblo más daños que la misma tiranía. En efecto, es más cierto que el tirano es el sedicioso, fomentando discordias y turbaciones en el pueblo que le está sometido, a fin de poderlo dominar con mayor seguridad. [5]
Esta cita de Tomás de Aquino nos da luz ante el problema. La búsqueda de la libertad deseada no pude ser catalogada como sediciosa pues la finalidad es el bienestar del pueblo. Cada acto que sea realizado a favor de la libertad deberá tomar en cuenta, y evaluar continuamente: 1) su objetivo de bien común, y 2) que en el proceso no haya mayor sufrimiento al que ya se tiene.

En México se tiene la figura del cura Miguel Hidalgo quien participó activamente en la lucha de Independencia. Algunos estudiosos indican que esta historia es un mito, sin embargo representa un tipo de libertador con convicciones religiosas fuertemente arraigadas. Se le estima porque se ve en él la otra cara de la Iglesia, una que ve por el pueblo.

Recordemos que aunque es cierto que Cristo Jesús no insta revoluciones, sí llama a seguirlo, a vivir bajo la ética de su Reino, y esta vida provoca el desprecio de las estructuras malignas y perversas que oprimen al ser humano. Así fue como Dietrich Bonhoeffer y muchos cristianos alemanes siguieron el ejemplo de Jesucristo, se manifestaron como la Iglesia confesante en contra del nazismo en la Segunda Guerra Mundial. En su pequeño libro Vida en comunidad aclara:
Contrariamente a lo que podría parecer a primera vista, no se deduce que el cristiano tenga que vivir necesariamente entre otros cristianos. El mismo Jesucristo vivió en medio de sus enemigos y, al final, fue abandonado por todos sus discípulos. Se encontró en la cruz sólo, rodeado de malhechores y blasfemos. Por esta razón, el lugar de la vida del cristiano no es la soledad del claustro, sino el campamento mismo del enemigo. Ahí está su misión y su tarea. [6]
Y así, él siguió a Jesucristo, entregó la vida defendiendo al pueblo judío y la fe cristiana. Fue apresado y recluido en un campo de concentración nazi. Bonhoeffer fue sentenciado a la horca bajo la orden de Hitler, y ejecutado en 1945 a la edad de 39 años. De su lucha tanto social como pastoral queda constancia en su teología:
Si un loco en la Kurfürstendamm lanza su automovil sobre los transeúntes, yo no puedo como pastor contentarme con enterrar a los muertos y consolar a las familias. Debo, si me encuentro allí, saltar y arrancar del volante al conductor. [7]
Entonces, comprendemos que los actos revolucionarios en búsqueda de paz y libertad no son violentos. Pues la violencia no la realiza en primera instancia el que anhela la libertad. La violencia es la respuesta de un gobierno que no desea ceder su poder opresor, al contrario, tratará de expandirlo. Al respecto también escribió Ignacio Ellacuría:
No es que la violencia sea siempre y en todos los casos rechazable para un cristiano, pero el cristiano en cuanto a tal no da ordinariamente su testimonio específico a través de la violencia. No es tampoco que se quiera dejar el trabajo "sucio" para otros, mientras que el cristiano se queda entre los "puros" que no se ensucian las manos. Se trata más bien de dar de la manera más cabal y plena testimonio de que la vida está sobre la muerte, de que el amor esta sobre el odio. Tal actitud sería aceptable y eficaz si es que ese mismo cristiano se atreviera hasta el martirio en la defensa de los más pobres y en el combate contra los opresores con el testimonio de su palabra y de su vida. [8] 
Notable fue su obra en El Salvador, pues también se encontró con las balas de metralla del gobierno. Fue asesinado el 16 de noviembre de 1989. Y es que cuando los cristianos observan la violencia, la injusticia, se ven impelidos a obrar, a hacer algo.

¿Cristianos al grito de guerra? La ética del cristiano no permite la violencia, ni la injusticia, ni la opresión. El cristianismo busca la reivindicación del ser humano como imagen de Dios. El cristiano no busca el enfrentamiento bélico, pero sí enfrenta todo lo que se levante en contra de Cristo y de su obra salvadora-liberadora. Se atreve a levantar la voz de manera profética denunciando el pecado de la injusticia y anunciando la verdad de la justicia. Considera la obra de la Trinidad a favor de la libertad de la comunidad. Por ello debemos cuidarnos de juzgar a aquellos hermanos que han dado su vida por la libertad cristiana de todo el pueblo sea este creyente o no: 
Poner en duda la honradez de estos hombres, unos y otros, es algo a lo que no tenemos derecho quienes aún conservamos nuestra vida y nuestra tranquilidad, tal vez por nuestro silencio cómplice ante el dolor del pueblo y por nuestra cobardía (¡teológicamente justificada!) para defenderlo. [9] 
Si el cristiano al leer los artículos de periódicos o escuchar los noticieros que nos muestran las injusticias políticas, económicas, o sociales, no responde conmocionado, sino que lo observa como algo natural, está desensibilizado. Y aún peor, cuando ve los improperios de su pueblo por parte de las instituciones gubernamentales y no hace nada, participa de aquél pecado social estructural.

Y ¡qué difícil es tener un corazón sensible al pueblo sufriente! Espero que no hayamos cerrado los ojos tanto tiempo que ya no podamos abrirlos ahora y ver los padecimientos de nuestro pueblo mexicano y de nuestros hermanos cristianos por la injusticia. Que el Señor nos ayude a perseguir y hacer todo lo que esté a nuestro alcance para manifestar la justicia a un pueblo que tanto la necesita.




  1. Bauernfeind, O. “πόλεμος”. (2003). Compendio del Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío. P. 884. 
  2. Según Eusebio de Cesarea (263-339). En Richard, P. (2010). Memoria del movimiento histórico de Jesús. Desde sus orígenes (años 30) hasta la crisis del Sacro Imperio Romano Cristiano (siglos IV y V).México, D.F.: Ediciones Dabar. P. 340.
  3. Según Hilario de Poitiers (315-368 d.C.). Ibíd., pp. 340-341.
  4. Boff, L. (1992). Quinientos años de evangelización. De la conquista espiritual a la liberación integral. Santander, España: Editorial Sal Terrae. P. 71.
  5. Citado en Olmedo, L. (1981).  Fe cristiana y violencia revolucionaria. ¿Cuál debe ser la actitud de los cristianos en América Latina? México, D.F.: CUPSA. Pp. 62-63.
  6. Bonhoeffer, D. (2003). Vida en comunidad. 9ª edición Salamanca, España: Sígueme. P. 9.
  7. Citado en Bonhoeffer, D. (1968). Ética. Barcelona: Editorial Estela, p. XVII.
  8. Citado por Sobrino, J. (1997). Jesucristo liberador. Lectura histórico-teológica de Jesús de Nazaret. 3ª edición. Madrid, España: Editorial Trotta. P. 280.
  9. Olmedo. (1981). Fe cristiana y violencia revolucionaria.

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