lunes, 29 de septiembre de 2014

Sustento económico

Sin duda, este es un tema problemático para la mayoría de seminaristas latinoamericanos. Comentaré algunos casos de compañeros, luego expondré mi experiencia, entonces lanzaré algunos retos para la Iglesia y, finalmente, escribiré algunas palabras para quienes desean irse a estudiar al seminario o ya están allí.

La mayoría de seminaristas que conocí llegaron con el apoyo económico de su Iglesia. Muy, muy pocos iban por su propia cuenta, de hecho recuerdo a uno solamente, de entre todos, que así lo hizo. La mayoría, a quienes sus iglesias les enviaban dinero, sufrían en gran manera cada fin de mes cuando había que pagar la cuota pues no permitían que los deudores tomaran la clase y si el profesor permitía la entrada de todas formas no daban las notas del curso. Así nos veíamos varios, fuera de nuestros países de origen, en un seminario a donde habíamos ido a estudiar y sin poder tomar clases. ¡Había ocasiones en las que mis compañeros no tenían para pagar si quiera por el servicio del comedor! Jóvenes, hombres y mujeres, "enviados" por sus iglesias para preparase y servir al Señor pero que habían sido olvidados en el extranjero.



Por lo general, ocurre lo siguiente: La Iglesia se compromete a solventar los gastos del joven al que envía. El seminario incluso proporciona un formulario llamado "compromiso financiero" para ser llenado por el solicitante, la iglesia, u otro responsable, indicando el monto y la forma en la que cubrirá el costo.




Todo pareciera ser "miel sobre hojuelas": uno ha sido aceptado por la institución académica y ahora cuenta con el apoyo económico de su Iglesia. Pero todo ello cambia conforme pasa el tiempo. La Iglesia envía menos del monto acordado o lo hace irregularmente, a veces a tiempo y a veces no, o de plano no envía nada, faltando a su compromiso, pero eso sí, dejando al seminarista "en las manos de Dios". Ciertamente esta es una dura prueba que hay que afrontar. En el seminario hay jóvenes que buscan cómo hacerle para pagar ya no tanto sus estudios sino la comida y un lugar dónde quedarse.  El problema se agudiza cuando uno se enferma y necesita atención médica... Mientras estuve allí, varios amigos no pudieron concluir sus estudios y tuvieron que regresar a sus casas por la falta de apoyo económico.



Como todos los jóvenes que reciben su carta de aceptación del seminario, yo estaba emocionado, gozoso, pues el primer paso ya estaba dado. En aquellos años mi familia y yo nos reuníamos en una Iglesia bautista a la cual pedí apoyo financiero. Las largas "juntas de negocio" que tuvieron para darme una respuesta debieron haber sido para mí indicadores de la fricción y desilusión por venir. Apoyaron un presupuesto y me ayudaron sin falta cerca de dos años con una parte del costo (la otra parte la cubrían mis papás) hasta que los problemas que ya estaban desde el principio crecieron y estallaron: De inicio había un grupo de hermanos que no querían que se me apoyara y, aparte, la Iglesia tenía planes de construir un nuevo templo. Se conformó un "comité" que iba a darme seguimiento, para mí era más como la Comisión para la doctrina de la fe (otrora, Santa Inquisición): Cuando me encontraba en México me cuestionaban el porqué, sin saber que tenía vacaciones, como si me hubiera escapado del seminario; aun cuando desde el principio les había dado toda la información, me preguntaban qué tanto era lo que tenía que pagar e incluso también pedían esa información al seminario para comprobarlo, como si yo quisiera engañarlos; pedían al seminario mis registros académicos y buscaban saber si en realidad estaba inscrito o no, como si me fuera ir a otro país para sacarles dinero; algunos tajantemente externaron que no debían darme nada pues había otros pendientes más importantes: el nuevo templo; otros sintiéndose dueños del dinero de la Iglesia y amos de mi destino querían que a fuerzas trabajara para ellos; y unos cuantos más, pusieron en tela de juicio mi razón de irme al seminario, mi llamado.

Al estar preguntando sobre mi situación académica y financiera al seminario, me pusieron en predicamento con la institución haciéndome quedar como un estafador. Fue gracias a la pronta respuesta de la 'Dirección de pregrado' que mi testimonio quedó limpio en el seminario, aunque en la Iglesia fue otra la situación. Hubo una junta en la que yo estaba en el banquillo, me hicieron las mismas preguntas ante la congregación, allí soporté calumnias de algunos que querían "proteger" sus diezmos y ofrendas que habían dado a la Iglesia para que se emplearan "adecuadamente". Mi respuesta fue darles las gracias por el apoyo que me habían dado anteriormente y ahorrarles las juntas y los debates de si continuaban apoyándome o no: "Gracias por el apoyo económico que me han brindado, pero por estas cuestiones prefiero ya no solicitárselos más. Como sea, Dios me ha llamado y él seguirá proveyéndome de otra manera", les dije, y así, prácticamente concluyó mi relación con aquella Iglesia. 

Claro que hubo hermanos que siempre estuvieron apoyándome y defendiéndome a capa y espada allí, unos de ellos fueron los hermanos Giacoman. Además, durante todo mi tiempo en el seminario hubo familia y amigos que me apoyaron de vez en cuando, pero siempre en el momento oportuno, con ofrendas como caídas del cielo: mi bisabuelita Mamá 'Dulfita, mis tíos Dany, Moy, Vicente, Carlos, Arturo, mis tías Tirci, Miri, Moni, Xochitl, Marti, mi amiga Chaiks quien me compró un traje, y mi amigo "pay", Lucho, que en varias ocasiones me invitó a comer cuando tuve hambre, así como otros muchos hermanos que de manera anónima donaban despensa: una vez, cuando mi esposa y yo regresábamos de clases sin tener nada para comer ese día, encontramos al pie de la puerta de nuestro departamento una gran bolsa de casi 15 kilos de verduras. De estas maneras en muchas ocasiones fuimos provistos de toda necesidad -les agradezco a cada uno de ustedes.

Fueron mis padres, Joaquín y Rebeca, quienes pagaron mis estudios: una parte mientras tenía el apoyo de la Iglesia y completamente todo después. Fueron ellos quienes me concedieron concluir mi licenciatura en teología, quienes me dieron un techo y alimento en el extranjero, quienes me permitieron adquirir libros y uno que otro "chuchuluco", con su amor y apoyo incondicional, su esfuerzo y sacrificio, su dinero ganado con el sudor de su frente –Papi y mami, siempre han estado al pendiente de mí, todo me lo han dado: ¡Muchas gracias!

Luego, cuando me casé y seguí mis estudios mi esposita maravillosa Marlen, me apoyó también: preparaba sus suculentos postres para vender y así generar ingresos, y cuando regresábamos a México invertíamos en dulces y nos los llevábamos para vender en el seminario. Una vez nos preguntaron en el aeropuerto que porqué llevabamos tantos dulces, casi una maleta llena, les dije que los llevábamos al seminario y la joven que documentaba exclamó extrañada: "¡Oh, allá no hay dulces!" En fin, mi esposa siempre me ayudó en lo económico y hasta la fecha lo sigue haciendo. -¡Gracias Gunemú, mujer vistuosa!



Dios siempre cuido de nosotros y aprendimos mucho sobre su provisión. Sin embargo, las cosas en la Iglesia podrían ser mejores, por eso lanzo ahora algunos retos para las iglesias que envían estudiantes esperando que consideren estos parámetros:
  1. El dinero que tienen no es suyo, es de Dios pues a él se lo han dado. Esa ofrenda a Dios debe ser para las necesidades de las personas. Nunca se escribe que sean para la construcción de algún edificio. Aunque hoy las iglesias tienen gastos cuando tienen una propiedad, la prioridad siempre ha de ser los hermanos (Hechos 20:35; 1 Corintios 16:1; 2 Corintios 8:1-4; 9:12).
  2. Si han dispuesto apoyar a un estudiante de seminario, háganlo de manera plena, no lo descuiden ni lo olviden (2 Corintios 8:11). Si han fallado en enviarle su sustento, retomen el cuidado de su hermano.
  3. Comprendan que están sirviendo al Señor con ese dinero ofrendado al estudiante. Si le apoyan económicamente será "fruto que abunde en vuestra cuenta" y "olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios" (Filipenses 4:17-18), no es para ganar el favor de Dios sino simplemente una expresión de agradecimiento por lo que él ha hecho y hará. También con ello se pone a prueba de la sinceridad de su amor (2 Corintios 8:8). 
  4. El que la Iglesia apoye económicamente es parte también del tener la compasión de Cristo por la gente que aún no le conoce, en ello actúan de manera directa en la petición al Señor de "enviar obreros a su mies" (Mateo 9:35-38). Al orar y pedir que los envíe han de sumar el apoyar al hermano en la preparación para ese envío.
  5. No pretendan establecer un acuerdo de "toma y daca", como si el estudiante de seminario fuera de su posesión requiriéndole que a su regreso les pague las ofrendas con su trabajo. Si el estudiante ve la necesidad de servir al Señor en otro lado, ¿por qué impedírselo forzándolo a que cumpla un contrato para que les retribuya? ¿Qué hubiera sido si la Iglesia en Filipos, la única Iglesia que constantemente y desde un principio apoyó económicamente al Apóstol Pablo, le hubiera dicho: "Ah, pero queremos que solamente trabajes aquí con nosotros en nuestra Iglesia, no te puedes ir a servir a otras Iglesias ni a otros lugares porque nosotros te estamos pagando"? Recuerden que desde ya el estudiante llamado por Dios es siervo o esclavo del Señor Jesucristo, no de ustedes.
  6. Si han decidido apoyar a algún estudiante, háganlo en todo sentido, no solamente en lo económico (2 Corintios 8:7). Toda la Iglesia debiera preocuparse y ocuparse de su hermano que va al seminario, una sola llamada telefónica puede alentarle, animarle o consolarle, pueden escribirle o visitarle de vez en cuando.
  7. Familias creyentes de los estudiantes, no dejen la responsabilidad sólo a la Iglesia, ustedes también apóyenles en lo que puedan.
  8. Y finalmente, el que no ayuda que no estorbe.

Ahora, para quienes desean servir al Señor: El llamado de Dios requiere preparación. Por favor, si el Señor te ha llamado estudia de manera formal: tendrás herramientas fundamentales para cumplir bien tu ministerio. Hay quien por querer quedar bien, queda mal; todo por no estar preparado (¡y no salgas con que "el Espíritu Santo capacita"! Es cierto que lo hace, pero no es una excusa para evadir el estudio: todos los apóstoles aprendieron de Jesús por lo menos 3 años y Pablo fue un fariseo con formación escritural exhaustiva). Ahora si quieres irte al seminario o ya estás allí, considera esto:
  1. El ir a estudiar a un seminario es parte del servicio al Señor, implica dejar familia, comodidad, a veces tu país y cultura. ¿Estás dispuesto?
  2. Te enfrentarás a situaciones de carencia pero te servirá para que tu fe madure y para que aún en la prueba, como el Apóstol Pablo y muchos otros cristianos a lo largo de la historia, puedas expresar: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:12-13). Aprender a vivir así, te servirá en gran manera cuando ya estés de lleno en el servicio, créeme.
  3. Ora por tu Iglesia (Filipenses 1:3-11), que pueda ser sensible a la voz del Espíritu Santo en tu vocación y en la de muchos otros, y pueda apoyarles comprendiendo claramente los puntos arriba expuestos.
  4. Si ya estás en el seminario y eres uno de los tantos olvidados por sus iglesias, aprende a descansar en ese llamado que el Señor te ha hecho. Él puede proveerte de otra manera pero también puede ser que tengas que regresar a tu hogar; si este es el caso, no te rindas, no desistas, no reniegues de su llamado, estudia una licenciatura o trabaja, ahorra, junta, y podrás irte después.
  5. Independiente del cuidado que tu Iglesia tenga o no por ti, tú debes ser responsable en tus estudios, échale ganas y no desperdicies la oportunidad.

domingo, 21 de septiembre de 2014

El llamado






Pues bien, para hablar de las vivencias de un seminarista hay que empezar por el llamado. Varias veces me han preguntado cómo es que supe que Dios me llamó a servirle. La pregunta viene de diferentes tipos de personas pero principalmente de jóvenes con interés genuino de servir al Señor. La verdad es que no se puede explicar del todo. 



Algunos quieren escuchar la voz audible de Dios llamándoles por su nombre como en el caso de Samuel, a quien Dios le llamó por su nombre en cuatro ocasiones (1 Samuel 3). Pero ninguno de todos los que conocí de diferentes generaciones (entre 2004-2011) y de países distintos (de E. U. A., México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Ecuador, Brasil, Bolivia, Perú, Argentina, Corea, España, Curazao, República Dominicana, Cuba, etc.), tuvieron un llamado audible de parte de Dios. Quizá habrá quien así le haya sucedido, pero, repito, yo no conozco a ninguno. Pero si el llamado es audible o algo totalmente interno, es lo de menos; no porque la voz de Dios sea audible para uno su llamado será mejor que el de otro a quien le llama en su interior. 

Otros desean que su iglesia o su pastor sean medios por los cuales Dios les llame. Quieren que los otros hermanos les echen flores por lo bien que hacen las cosas: “Ay, te deberías ir al instituto bíblico” o “deberías meterte al seminario”. Otros van al seminario para ganarse una posición de poder o fama en la Iglesia. En una iglesia en el DF se ha puesto de moda que todos los chavos in, se metan a su instituto bíblico, y allí va la crema y nata de la sociedad, muchos se inscriben tratando de ser parte de esa élite. Cuidado. Si tu decisión se basa en los elogios de los demás o para ganártelos, podrías terminar un tanto chamuscado, como los que construyeron con heno, madera u hojarasca y cuando vino la prueba de fuego se consumió su trabajo, su labor, su ministerio quedó hecho cenizas (1 Corintios 3:12-15). Entonces, mejor pregúntate cuál es tu motivación para hacerlo. Conocí a un chavo en el seminario que estaba allí no porque así lo quisiera realmente, sino porque su papá era pastor y porque ya tenía iglesia dónde trabajar; como si el pastorado fuera una labor de generación en generación, algo así como los levitas, o como si la iglesia se heredara. 

No hay una sola manera en la que Dios llama. En mi caso, tuve el privilegio de nacer en un hogar cristiano, tanto mi papá, Joaquín, como mi mamá, Rebeca, me inculcaron desde pequeño el temor del Señor. Me educaron no para servir a Dios como pastor, sino en todo lo que hiciera. Crecí viendo a mi papá orar en las mañanas, de rodillas, intercediendo por nosotros y por los hermanos de la iglesia, vi también como mi mamá siendo doctora atendía con amor y de manera ética y profesional a sus pacientes y no perdía la oportunidad de compartirles el Evangelio; y hasta la fecha aún lo hacen, son un matrimonio que ama y sirve a Dios. Ciertamente la devoción al Señor de ambos dejó su impronta en mi vida y en la de mi hermano Lem. Recuerdo que en reuniones familiares, mi papá y mis tíos, que son pastores, se sentaban a platicar cosas de la Biblia, de doctrina, de la Iglesia, eso me resultaba fascinante; había veces que prefería permanecer con ellos, sentado a la mesa y escuchar sus pláticas teológicas, que irme a jugar con mi hermano y mis primos. A los 7 u 8 años ya tenía esa inquietud por conocer más de aquellas cosas que platicaban los pastores. 

Más tarde en mi adolescencia me gustaba servir en la Iglesia. Lo hice de diferentes maneras: como ujier (el que da la bienvenida a la gente que llega a la iglesia, les busca lugar, y les atiende), tesorero en la “sociedad juvenil”, limpiando y arreglando el templo, estuve en agrupaciones cristianas organizando conciertos, congresos, campamentos, grupos de estudio bíblico, programas evangelísticos, pero ninguna de esas actividades me llenaba tanto como la enseñanza de la Escritura, lo cual obviamente no hacía bien. En cierta ocasión tenía que exponer un tema con los jóvenes, le dediqué mucho tiempo, “estudié”, lo “preparé”, según yo, bien. Le llevé mi manuscrito a mi papá para que le diera el visto bueno. Lo leyó y cuando le pregunte que cómo lo veía, me dijo, tan apacible como él es: “Está bien… como tú no sabes.” Esa respuesta tiró por tierra todo mi orgullo y fue lo mejor que pude haber escuchado de mi papi –de vez en cuando platicamos y lo recordamos riéndonos. Quizás allí fue cuando me di cuenta de la necesidad que tenía de prepararme adecuadamente para enseñar la Escritura. Todo aquello fue avivando el deseo de servir al Señor, todo aquello fue mi llamado. 

Pero también lo fue el no quedar inscrito en la carrera que deseaba, Diseño y comunicación visual. Era un rotundo fracaso para mí. Algunos podrían decir que me fui al seminario porque no entré a la universidad, pero no fue esa la razón. Tenía la opción de estudiar otra licenciatura, la de Diseño Industrial, ¡guácala! No pude aguantar ni un semestre y me salí. Trabajé en ventas y en una librería. Se pasaron 4 años volando. Mi papá me insistía en que entrara a la universidad, que acabara una carrera, que obtuviera una licenciatura, pues él siendo pastor sabía lo difícil que era proveer para la familia dependiendo sólo del ministerio. ¡Ah!, pero yo, terco. Quise irme así, con la idea muy evangélica de “Dios proveerá”.

Solicité la beca Walton, la ofrecen los dueños de Wal-Mart quienes expresan abiertamente su fe cristiana, para irme a una universidad en Arkansas pero no la obtuve. Le pedí a la iglesia donde nos reuníamos apoyo económico; después de varias “juntas de negocio” aceptaron apoyarme con ciertas reservas. Al mismo tiempo envié mis documentos al instituto bíblico y allí me aceptaron.

Fue durante ese tiempo que tuve un sueño: Me encontraba como en una corte, una sala amplia, abierta al aire libre con bancas de madera, y a la derecha ¡había una gran guillotina! Estaba siendo enjuiciado. Me tenían al frente, siendo exhibido ante mi familia y amigos. Se me pedía que rechazara mi fe en Cristo, pero yo no lo hacía. El inquisidor me trataba de persuadir con varias palabras, yo me mantenía sereno, tranquilo, a pesar de las amenazas de muerte. En eso, empezaban a arrojar fotos de mi familia, de mis papás, de mi hermano, de mis tíos y primos. El verdugo me decía: “Eso es lo que perderás.” Veía las fotos y pensaba en el dolor de ya no poder verlos más, de no estar con ellos, levantaba la vista y los veía, ellos lloraban. Mis ojos también se rasaban con lágrimas, poco a poco mi vista se nublaba, yo lloraba y sollozaba por ellos, pero aun así no cedía a su demanda. Mi fe se mantenía firme. Entonces desperté temblando, con lágrimas reales, tranquilo, con paz, y decidido a seguir el llamado de Dios. Conté mi sueño a mi familia. Un primo que es psicólogo me dijo que era la expresión de mi subconsciente ante la difícil decisión que estaba tomando. También creo que en parte era signo de aquello que pide Jesús de sus discípulos: el seguirle a él sobre todo, incluyendo la familia (Mateo 10:37s; cf. 19:29s).

Así fue mi llamado, gradual, interno, subjetivo, y sí, místico. Pues, ¿quién puede decir que el llamado de Dios no es misterioso, sobrenatural o metafísico? Como dije, el llamado no es fácil de explicar. Pero uno, el que es llamado por Dios a su servicio, lo sabe en lo más profundo de su ser. Durante todo ese tiempo, desde los 8 años hasta los 21, mi deseo de servir al Señor fue desarrollándose, creciendo, madurando a través de pequeñas prácticas y pruebas: la falta de solvencia económica para irme al seminario, sospechas y críticas de parte de hermanos, el pasar del tiempo y el desánimo. Pero llegó el día, estando en la Central Camionera del Norte, con mi papá, mi mamá, mi hermano, mi primo Samo (quien tomó la foto de arriba) y amigos que habían ido a despedirse, por fin me iba, respondiendo a aquél llamado que hoy puedo decir fue como el de Jeremías, desde el vientre de mi madre.

Tal vez, eres el único en tu familia en ser creyente, y si has sido llamado para servir a Dios tendrás que tomar la decisión de dejar a tu familia a pesar de su oposición... eso si eres chavo, si eres padre ni se te vaya a ocurrir dejarlos, ¿eh? Tu pastor e iglesia podrán apoyarte pero nadie te puede indicar si Dios te ha llamado o no. Sólo tú lo puedes saber. Y si ya sabes que Dios te ha llamado se sabio: Si aún no terminas tus estudios, de preferencia obtén una licenciatura primero, te lo dice alguien que fue necio en cuanto a ello y que hoy pasa dificultades económicas; si ya eres casado, ahorra dinero para llevarte a tu esposa y a tus hijos si aún no son adultos, no puedes irte al seminario solo, no funciona así. Es difícil pero se puede. Si Dios te llama, responde.




Si tienes preguntas al respecto puedes escribirme para platicar de ello. Y si Dios te ha llamado, ¿por qué no nos platicas cómo fue? Será bueno conocer tu experiencia.





sábado, 20 de septiembre de 2014

Vivencias de un seminarista



Lo que leerán en futuras entradas del blog son solamente las vivencias de uno que fue seminarista. Estaré relatando varios episodios que tengo presentes en mi memoria: algunos chuscos, otros tristes, otros curiosos y unos cuantos más preocupantes. Lo que contaré no es estrictamente cronológico, a veces haré saltos de época y a veces regresaré en el tiempo; no quiero escribir una biografía sino hablar de aquellas vivencias que en conjunto me hacen ser quien soy. Otra cuestión es que por lo general no publicaré nombres de las personas involucradas –pues no pretendo hacer una “caza de brujas”–, así que muchas veces los nombres serán ficticios pero ello no quiere decir que las situaciones sean inventadas; en ocasiones sí daré los nombres de aquellos que merecen ser honrados por su amor y servicio. En resumen, de cierto modo, y aunque no quisiera, cada uno de estas experiencias que relataré demostrarán la correlación entre teología y ontología, pues como ya he escrito, en el quehacer teológico me encontré a mí mismo.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Lunes de pregunta 6: ¿Había gracia antes de Jesucristo?



La pregunta que me envió Key, fue:
Hola, yo quisiera saber acerca de la gracia, ¿Hay alguna diferencia entre la gracia del antiguo y del nuevo testamento?. ¿Había gracia antes de Jesucristo?
Respuesta:

Sí. Dios otorgaba su gracia antes de la venida de Jesucristo. Y sí, existe una diferencia en el Antiguo y Nuevo Testamento. De hecho, aún dentro del NT se presentan "acentos teológicos" de la obra salvífica. Por ejemplo, el término griego χαρις (jaris) que se traduce como 'gracia' no se encuentra en Mateo ni Marcos ni 1 ni 3 Juan, en el Evangelio de Juan solamente se emplea en 1:14ss; y en 1 Tesalonicenses y Filemón en saludos; por otro lado, el término se encuentra más con significado teológico de la acción salvífica en Gálatas, Romanos y Hebreos principalmente. Esto se debe a que cada autor y cada escrito tenía un objetivo particular. 

Ahora, en el Antiguo Testamento se emplean dos términos relacionados a 'gracia', el primero es חן (hen) y el segundo הסד (hesed). Hen se traduce a la Septuaginta (se abrevia LXX) como jaris, que como vimos en español es 'gracia'; mientras que hesed se traduce al griego eleos, y pasa al español como 'misericordia'. El término 'gracia' en el AT la mayoría de las veces no tiene connotación salvífica.[1] Por otro lado, en ciertos casos hesed a veces se traduce como 'gracia' y a veces 'misericordia', precisamente porque puede implicar ambos aspectos o acentuar uno más que otro. Algo de suma importancia es que la gracia siempre se haya en el marco de la alianza o pacto establecido por Dios.

Para fines prácticos y respondiendo a tu pregunta: Sí había gracia antes de Jesucristo. Sin embargo, quiero hacer referencia a lo escrito en Juan 1:14, 16-17:
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad... Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo.
Respecto a este pasaje, Hans Conzelmann comenta que "la gracia denota el resultado de la revelación del Logos en antítesis y en combinación con la verdad y la plenitud, que ayudan a darle su significación distintiva."[2] Dicho de otra manera, la plenitud de la gracia divina se expresa en Jesucristo, el Verbo encarnado, que supera el pacto anteriormente establecido: ¡en Jesucristo hayamos "gracia sobre gracia" o una gracia que sobreabunda! Puede compararse con Gálatas 2:21, Efesios 1:6-7. 

  1. Por ejemplo, al buscar el término 'gracia' en una concordancia se pueden examinar los contextos donde se encuentra el término y notar que no tienen el sentido que por lo general ahora se le da de salvación. 
  2. "χαρις", Conzelmann, H. Compendio del Diccionario teológico del Nuevo Testamento. Kittel, Friedrich y Bromiley, Eds. (Grand Rapids, Michigan: Libros Desafío, 2003); 1290-1291.


jueves, 4 de septiembre de 2014

Lunes de pregunta 5: Acerca de la naturaleza de Jesucristo tras su ascención



Este lunes no recibí pregunta alguna pero el pasado sí. Pablo David preguntó:

Oye Shel, Jesús era "en forma de Dios" y posteriormente se hizo carne. ¿Cierto? Después resucitó con un cuerpo glorificado que supongo es una forma permanente ya que volverá así como se le vio irse... ¿Eso significaría que una consecuencia de haber venido a la tierra es que cambió su naturaleza para siempre (de "forma de Dios" a "un cuerpo glorificado"? ¿O es que antes de encarnarse ya tenía un cuerpo glorificado?
Respuesta:


El pasaje clave para esta pregunta es Filipenses 2, especialmente los versículos 6 y 7 donde hablando de Cristo se dice:
el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres.
Con el término μορφη (morfei = forma) se piensa "no en cualquier forma mutable, sino en la forma específica, de la que dependen la identidad y la condición", entonces la expresión 'forma de siervo' (μορφη δουλου) o 'forma de Dios' (μορφη θεου) indica su condición. W. Pölmann comenta: "Por tanto, no es la mutabilidad lo constitutivo de la comprensión de μορφη θεου en Flp. 2:6-11, sino precisamente la inconfundibilidad entre μορφη θεου y μορφη δουλου." [1]

Ahora, el otro término importante es εκενωσεν (ekenosen = despojó). No indica que se despojó de su forma de Dios para tomar forma de siervo. F. F. Bruce explica que: "La implicación no es que Cristo, al encarnarse, cambió la forma de Dios por la forma de esclavo, sino que manifestó la forma de Dios en la forma de esclavo."

Con esto tenemos que no es que cambiara su naturaleza, pues esto implicaría un cambio en su divinidad, lo cual no es posible. Siguiendo con lo anterior, entonces podemos decir que asume la humanidad (¡no la absorbe!). Así su 'forma' (o naturaleza) tanto humana como divina es exaltada (v. 9), y con ello también hace posible que el ser humano entre en ese ámbito de lo divino. En palabras de Ireneo de Lyon: "El Verbo de Dios habitó en el ser humano (Jn. 1:14) y se hizo Hijo del Hombre, a fin de que el hombre se habituase a recibir a Dios y Dios se habituase a habitar en el hombre, según agradó al Padre" (Ad. Haer. III. 20, 2)

Finalmente, la respuesta a la tercera pregunta es: no. 

  1. "μορφη", W. Pölmann, Diccionario exegético del Nuevo Testamento. Tomo II. Balz y Schneider, Eds. Tercera edición. Salamanca: Ediciones Sígueme, 2002. p. 334.