Sin duda, este es un tema problemático para la mayoría de seminaristas latinoamericanos. Comentaré algunos casos de compañeros, luego expondré mi experiencia, entonces lanzaré algunos retos para la Iglesia y, finalmente, escribiré algunas palabras para quienes desean irse a estudiar al seminario o ya están allí.
La mayoría de seminaristas que conocí llegaron con el apoyo económico de su Iglesia. Muy, muy pocos iban por su propia cuenta, de hecho recuerdo a uno solamente, de entre todos, que así lo hizo. La mayoría, a quienes sus iglesias les enviaban dinero, sufrían en gran manera cada fin de mes cuando había que pagar la cuota pues no permitían que los deudores tomaran la clase y si el profesor permitía la entrada de todas formas no daban las notas del curso. Así nos veíamos varios, fuera de nuestros países de origen, en un seminario a donde habíamos ido a estudiar y sin poder tomar clases. ¡Había ocasiones en las que mis compañeros no tenían para pagar si quiera por el servicio del comedor! Jóvenes, hombres y mujeres, "enviados" por sus iglesias para preparase y servir al Señor pero que habían sido olvidados en el extranjero.
La mayoría de seminaristas que conocí llegaron con el apoyo económico de su Iglesia. Muy, muy pocos iban por su propia cuenta, de hecho recuerdo a uno solamente, de entre todos, que así lo hizo. La mayoría, a quienes sus iglesias les enviaban dinero, sufrían en gran manera cada fin de mes cuando había que pagar la cuota pues no permitían que los deudores tomaran la clase y si el profesor permitía la entrada de todas formas no daban las notas del curso. Así nos veíamos varios, fuera de nuestros países de origen, en un seminario a donde habíamos ido a estudiar y sin poder tomar clases. ¡Había ocasiones en las que mis compañeros no tenían para pagar si quiera por el servicio del comedor! Jóvenes, hombres y mujeres, "enviados" por sus iglesias para preparase y servir al Señor pero que habían sido olvidados en el extranjero.
Por lo general, ocurre lo siguiente: La Iglesia se compromete a solventar los gastos del joven al que envía. El seminario incluso proporciona un formulario llamado "compromiso financiero" para ser llenado por el solicitante, la iglesia, u otro responsable, indicando el monto y la forma en la que cubrirá el costo.
Todo pareciera ser "miel sobre hojuelas": uno ha sido aceptado por la institución académica y ahora cuenta con el apoyo económico de su Iglesia. Pero todo ello cambia conforme pasa el tiempo. La Iglesia envía menos del monto acordado o lo hace irregularmente, a veces a tiempo y a veces no, o de plano no envía nada, faltando a su compromiso, pero eso sí, dejando al seminarista "en las manos de Dios". Ciertamente esta es una dura prueba que hay que afrontar. En el seminario hay jóvenes que buscan cómo hacerle para pagar ya no tanto sus estudios sino la comida y un lugar dónde quedarse. El problema se agudiza cuando uno se enferma y necesita atención médica... Mientras estuve allí, varios amigos no pudieron concluir sus estudios y tuvieron que regresar a sus casas por la falta de apoyo económico.
Como todos los jóvenes que reciben su carta de aceptación del seminario, yo estaba emocionado, gozoso, pues el primer paso ya estaba dado. En aquellos años mi familia y yo nos reuníamos en una Iglesia bautista a la cual pedí apoyo financiero. Las largas "juntas de negocio" que tuvieron para darme una respuesta debieron haber sido para mí indicadores de la fricción y desilusión por venir. Apoyaron un presupuesto y me ayudaron sin falta cerca de dos años con una parte del costo (la otra parte la cubrían mis papás) hasta que los problemas que ya estaban desde el principio crecieron y estallaron: De inicio había un grupo de hermanos que no querían que se me apoyara y, aparte, la Iglesia tenía planes de construir un nuevo templo. Se conformó un "comité" que iba a darme seguimiento, para mí era más como la Comisión para la doctrina de la fe (otrora, Santa Inquisición): Cuando me encontraba en México me cuestionaban el porqué, sin saber que tenía vacaciones, como si me hubiera escapado del seminario; aun cuando desde el principio les había dado toda la información, me preguntaban qué tanto era lo que tenía que pagar e incluso también pedían esa información al seminario para comprobarlo, como si yo quisiera engañarlos; pedían al seminario mis registros académicos y buscaban saber si en realidad estaba inscrito o no, como si me fuera ir a otro país para sacarles dinero; algunos tajantemente externaron que no debían darme nada pues había otros pendientes más importantes: el nuevo templo; otros sintiéndose dueños del dinero de la Iglesia y amos de mi destino querían que a fuerzas trabajara para ellos; y unos cuantos más, pusieron en tela de juicio mi razón de irme al seminario, mi llamado.
Al estar preguntando sobre mi situación académica y financiera al seminario, me pusieron en predicamento con la institución haciéndome quedar como un estafador. Fue gracias a la pronta respuesta de la 'Dirección de pregrado' que mi testimonio quedó limpio en el seminario, aunque en la Iglesia fue otra la situación. Hubo una junta en la que yo estaba en el banquillo, me hicieron las mismas preguntas ante la congregación, allí soporté calumnias de algunos que querían "proteger" sus diezmos y ofrendas que habían dado a la Iglesia para que se emplearan "adecuadamente". Mi respuesta fue darles las gracias por el apoyo que me habían dado anteriormente y ahorrarles las juntas y los debates de si continuaban apoyándome o no: "Gracias por el apoyo económico que me han brindado, pero por estas cuestiones prefiero ya no solicitárselos más. Como sea, Dios me ha llamado y él seguirá proveyéndome de otra manera", les dije, y así, prácticamente concluyó mi relación con aquella Iglesia.
Claro que hubo hermanos que siempre estuvieron apoyándome y defendiéndome a capa y espada allí, unos de ellos fueron los hermanos Giacoman. Además, durante todo mi tiempo en el seminario hubo familia y amigos que me apoyaron de vez en cuando, pero siempre en el momento oportuno, con ofrendas como caídas del cielo: mi bisabuelita Mamá 'Dulfita, mis tíos Dany, Moy, Vicente, Carlos, Arturo, mis tías Tirci, Miri, Moni, Xochitl, Marti, mi amiga Chaiks quien me compró un traje, y mi amigo "pay", Lucho, que en varias ocasiones me invitó a comer cuando tuve hambre, así como otros muchos hermanos que de manera anónima donaban despensa: una vez, cuando mi esposa y yo regresábamos de clases sin tener nada para comer ese día, encontramos al pie de la puerta de nuestro departamento una gran bolsa de casi 15 kilos de verduras. De estas maneras en muchas ocasiones fuimos provistos de toda necesidad -les agradezco a cada uno de ustedes.
Fueron mis padres, Joaquín y Rebeca, quienes pagaron mis estudios: una parte mientras tenía el apoyo de la Iglesia y completamente todo después. Fueron ellos quienes me concedieron concluir mi licenciatura en teología, quienes me dieron un techo y alimento en el extranjero, quienes me permitieron adquirir libros y uno que otro "chuchuluco", con su amor y apoyo incondicional, su esfuerzo y sacrificio, su dinero ganado con el sudor de su frente –Papi y mami, siempre han estado al pendiente de mí, todo me lo han dado: ¡Muchas gracias!
Luego, cuando me casé y seguí mis estudios mi esposita maravillosa Marlen, me apoyó también: preparaba sus suculentos postres para vender y así generar ingresos, y cuando regresábamos a México invertíamos en dulces y nos los llevábamos para vender en el seminario. Una vez nos preguntaron en el aeropuerto que porqué llevabamos tantos dulces, casi una maleta llena, les dije que los llevábamos al seminario y la joven que documentaba exclamó extrañada: "¡Oh, allá no hay dulces!" En fin, mi esposa siempre me ayudó en lo económico y hasta la fecha lo sigue haciendo. -¡Gracias Gunemú, mujer vistuosa!
Fueron mis padres, Joaquín y Rebeca, quienes pagaron mis estudios: una parte mientras tenía el apoyo de la Iglesia y completamente todo después. Fueron ellos quienes me concedieron concluir mi licenciatura en teología, quienes me dieron un techo y alimento en el extranjero, quienes me permitieron adquirir libros y uno que otro "chuchuluco", con su amor y apoyo incondicional, su esfuerzo y sacrificio, su dinero ganado con el sudor de su frente –Papi y mami, siempre han estado al pendiente de mí, todo me lo han dado: ¡Muchas gracias!
Luego, cuando me casé y seguí mis estudios mi esposita maravillosa Marlen, me apoyó también: preparaba sus suculentos postres para vender y así generar ingresos, y cuando regresábamos a México invertíamos en dulces y nos los llevábamos para vender en el seminario. Una vez nos preguntaron en el aeropuerto que porqué llevabamos tantos dulces, casi una maleta llena, les dije que los llevábamos al seminario y la joven que documentaba exclamó extrañada: "¡Oh, allá no hay dulces!" En fin, mi esposa siempre me ayudó en lo económico y hasta la fecha lo sigue haciendo. -¡Gracias Gunemú, mujer vistuosa!
Dios siempre cuido de nosotros y aprendimos mucho sobre su provisión. Sin embargo, las cosas en la Iglesia podrían ser mejores, por eso lanzo ahora algunos retos para las iglesias que envían estudiantes esperando que consideren estos parámetros:
- El dinero que tienen no es suyo, es de Dios pues a él se lo han dado. Esa ofrenda a Dios debe ser para las necesidades de las personas. Nunca se escribe que sean para la construcción de algún edificio. Aunque hoy las iglesias tienen gastos cuando tienen una propiedad, la prioridad siempre ha de ser los hermanos (Hechos 20:35; 1 Corintios 16:1; 2 Corintios 8:1-4; 9:12).
- Si han dispuesto apoyar a un estudiante de seminario, háganlo de manera plena, no lo descuiden ni lo olviden (2 Corintios 8:11). Si han fallado en enviarle su sustento, retomen el cuidado de su hermano.
- Comprendan que están sirviendo al Señor con ese dinero ofrendado al estudiante. Si le apoyan económicamente será "fruto que abunde en vuestra cuenta" y "olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios" (Filipenses 4:17-18), no es para ganar el favor de Dios sino simplemente una expresión de agradecimiento por lo que él ha hecho y hará. También con ello se pone a prueba de la sinceridad de su amor (2 Corintios 8:8).
- El que la Iglesia apoye económicamente es parte también del tener la compasión de Cristo por la gente que aún no le conoce, en ello actúan de manera directa en la petición al Señor de "enviar obreros a su mies" (Mateo 9:35-38). Al orar y pedir que los envíe han de sumar el apoyar al hermano en la preparación para ese envío.
- No pretendan establecer un acuerdo de "toma y daca", como si el estudiante de seminario fuera de su posesión requiriéndole que a su regreso les pague las ofrendas con su trabajo. Si el estudiante ve la necesidad de servir al Señor en otro lado, ¿por qué impedírselo forzándolo a que cumpla un contrato para que les retribuya? ¿Qué hubiera sido si la Iglesia en Filipos, la única Iglesia que constantemente y desde un principio apoyó económicamente al Apóstol Pablo, le hubiera dicho: "Ah, pero queremos que solamente trabajes aquí con nosotros en nuestra Iglesia, no te puedes ir a servir a otras Iglesias ni a otros lugares porque nosotros te estamos pagando"? Recuerden que desde ya el estudiante llamado por Dios es siervo o esclavo del Señor Jesucristo, no de ustedes.
- Si han decidido apoyar a algún estudiante, háganlo en todo sentido, no solamente en lo económico (2 Corintios 8:7). Toda la Iglesia debiera preocuparse y ocuparse de su hermano que va al seminario, una sola llamada telefónica puede alentarle, animarle o consolarle, pueden escribirle o visitarle de vez en cuando.
- Familias creyentes de los estudiantes, no dejen la responsabilidad sólo a la Iglesia, ustedes también apóyenles en lo que puedan.
- Y finalmente, el que no ayuda que no estorbe.
Ahora, para quienes desean servir al Señor: El llamado de Dios requiere preparación. Por favor, si el Señor te ha llamado estudia de manera formal: tendrás herramientas fundamentales para cumplir bien tu ministerio. Hay quien por querer quedar bien, queda mal; todo por no estar preparado (¡y no salgas con que "el Espíritu Santo capacita"! Es cierto que lo hace, pero no es una excusa para evadir el estudio: todos los apóstoles aprendieron de Jesús por lo menos 3 años y Pablo fue un fariseo con formación escritural exhaustiva). Ahora si quieres irte al seminario o ya estás allí, considera esto:
- El ir a estudiar a un seminario es parte del servicio al Señor, implica dejar familia, comodidad, a veces tu país y cultura. ¿Estás dispuesto?
- Te enfrentarás a situaciones de carencia pero te servirá para que tu fe madure y para que aún en la prueba, como el Apóstol Pablo y muchos otros cristianos a lo largo de la historia, puedas expresar: "Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:12-13). Aprender a vivir así, te servirá en gran manera cuando ya estés de lleno en el servicio, créeme.
- Ora por tu Iglesia (Filipenses 1:3-11), que pueda ser sensible a la voz del Espíritu Santo en tu vocación y en la de muchos otros, y pueda apoyarles comprendiendo claramente los puntos arriba expuestos.
- Si ya estás en el seminario y eres uno de los tantos olvidados por sus iglesias, aprende a descansar en ese llamado que el Señor te ha hecho. Él puede proveerte de otra manera pero también puede ser que tengas que regresar a tu hogar; si este es el caso, no te rindas, no desistas, no reniegues de su llamado, estudia una licenciatura o trabaja, ahorra, junta, y podrás irte después.
- Independiente del cuidado que tu Iglesia tenga o no por ti, tú debes ser responsable en tus estudios, échale ganas y no desperdicies la oportunidad.