Mi buen primo Rubén me envío esta pregunta:
Primo, ¿cuál fue el criterio humano para considerar que un libro fue "inspirado" por Dios y algunos otros que se mantuvieron como apócrifos (Enoc, por decir algo) no? Gracias.
Respuesta:
¡Oh, buena pregunta! El texto bíblico que actualmente se tiene se le llama canónico, así se habla del 'canon bíblico' o 'canon de las Escrituras'.
Primero, es necesario precisar el término 'canon':
- Proviene del semitismo (sem.) kaneh que hacía referencia a una vara para medir y luego significó una medida determinada, de 52.5cm (por ejemplo, Ezequiel 40:5).
- En griego (gr.) kanon tenía el significado de modelo, ya no solamente la medida. Se aplicaba por ejemplo a la estética, el modelo era lo bello, así en el arte o la gramática. En la ética, el modelo era lo bueno, la moral como ley o autoridad, o lo verdadero.
- Finalmente, estos elementos son incluidos en el sentido netamente cristiano del término 'canon'. Pasa al ámbito de lo religioso (por ejemplo, en Gálatas 6:16 encontramos el término 'regla' que traduce el griego 'canon'; así también en 2 Corintios 10:13, 15). Este proceso en el significado va dar lugar al concepto cristiano de 'canon' el relación a los libros sagrados.
Del primer siglo, tenemos una mención interesante del término en 1 Clemente a los corintios 7:2:
Por lo tanto, abandonemos las preocupaciones vanas y necias y recurramos a la gloriosa y venerable regla [= canon] de nuestra tradición.[1]
Lo cual ya va conjuntando los conceptos de canon y tradición. Posteriormente, con Ireneo de Lyon, entre el 180-190 d.C., en su obra Adversus Haeresis o Contra los herejes. Exposición y refutación de la falsa gnosis se empieza a desarrollar el concepto de canonicidad. Durante estos años no existía un canon oficial, por así decirlo; aunque se conocían, claro está, las Epístolas y los Evangelios (todos los escritos del Nuevo Testamento). Bueno, pues surgió unos años atrás, casi a la mitad del siglo II (130 d.C. aproximadamente) un movimiento sincretista, una mezcolanza de religiones orientales, específicamente el dualismo persa arropado con terminología cristiana, llamado gnosticismo. Uno de sus principales exponentes fue Marción. Este personaje gnóstico oponía el Nuevo Testamento (NT) al Antiguo Testamento (AT), creía, y enseñaba, que uno era el Dios del AT, Yahweh, malo, violento, iracundo, y otro era el Dios del Nuevo Testamento, Dios Padre, bueno y amoroso; también era antisemita, pues en su pensamiento, los judíos habían matado a Jesús (que para él era una emanación de Dios, un iluminado, mas no Dios) y habían distorsionado sus enseñanzas. Por eso, a Marción se le ocurrió formar su propio canon: Despreció el AT, así como los Evangelios de Mateo Marcos y Juan; sólo se quedó con el de Lucas (quien era helénico) mutilado, y algunas de las Epístolas que, según él, depuró, quitando todo aquello con olor a influencia judía y, por supuesto, todo lo que no cupiera en su esquema teológico. Ireneo de Lyon entonces respondería ante esta cuestión en Ad. Haer. I. 9,4, después de indicar cómo los gnósticos elaboraban su melcocha de falsas doctrinas a partir de las mismas Escrituras, pone un ejemplo de interpretación de Homero, escribe que quien:
Volviendo a poner cada uno de los versos en el sitio del libro que le corresponde, hará pedazos el argumento en cuestión. De manera semejante quien conserva inquebrantable la Regla [= canon] de la verdad que recibió en el bautismo, reconocerá los nombres, los dichos y las parábolas tomados de las Escrituras, pero no sus teorías blasfemas. Reconocerá las piedras del mosaico, pero no aceptará que la figura de la zorra sustituya el retrato del rey. Volviendo a colocar las palabras en su propio orden y en el contexto del cuerpo de la verdad, dejará al desnudo las creaciones que ellos han fantaseado y probará su falta de consistencia.[2]
Con esto se va observando que la 'Regla de la verdad' o el 'canon de la verdad' mencionado por Ireneo está íntimamente relacionado con la plena enseñanza escritural, esto es la fe (como el conjunto de la doctrina cristiana). Luego en Ad. Haer. I. 10,2 expresa:
Como antes hemos dicho, la Iglesia recibió esta predicación y esta fe, y, extendida por toda la tierra, con cuidado la custodia como si habitara en una sola familia. Conserva una misma fe, como si tuviese una sola alma y un solo corazón (Hch. 4:32), y la predica, enseña y transmite con una misma voz, como si no tuviese sino una sola boca.[3]
A partir de entonces se empieza a gestar el establecimiento del canon que la Iglesia en comunión proclama. Hacia el siglo IV (360 d.C.) el Concilio de Laodicea ya expresaba:
Que no conviene sean leídos en la Iglesia ciertos salmos privados y vulgares, ni libros no canónicos, sino sólo los canónicos del Antiguo Testamento y del Nuevo Testamento. (canon 59)
Así, hablar de libros canónicos es hablar de libros "auténticos o verdaderos tenidos por sagrados".
En segundo lugar, y ya contestando de lleno tu pregunta el proceso del establecimiento del canon lo resume de manera excelente Báez-Camargo:
- Los propios creyentes, según derivaban mayor o menor edificación de lo que leían, y en el grado en que sentían y experimentaban su inspiración y autoridad.
- Por la lectura, que se iba haciendo más usual, de algunos de ellos en los cultos, con exclusión de otros.
- Por los dictámenes de los obispos que iban, en casos aislados y particulares, autorizando tales o cuales libros y negándoles su autorización a otros.[4]
De esto, es necesario recalcar que el canon no fue establecido por una élite de obsipos, ni mucho menos por Constantino (pues algunos detractores del cristianismo creen esto sin conocer la historia). No se trató de una imposición, sino, al contrario, de la expresión de fe en la comunión cristiana guiada por el Espíritu.
Para darnos una idea más clara de esto, remontémonos a aquellos primeros años. Supongamos que tú eres un judeocristiano de la comunidad palestinense, eres de la segunda o tercera generación de cristianos, pensemos que vives por el año 120 d.C. El cristianismo ya se ha expandido a lo largo y ancho del Imperio. En tu comunidad les llega la noticia de que en alguna comunidad de Asia Menor tienen unas cartas del Discípulo Amado y saben también de unas epístolas del Apóstol Pablo en Roma. Como tú junto con tu Iglesia quieren leer lo que estas cartas dicen, les piden a aquellas iglesias que les envíen esas cartas, así que esas otras comunidades comienzan a hacer copias para mandarlas. Poco a poco entonces se forman copias de aquellos escritos, las iglesias intercambian los Evangelios y Epístolas. Pero también hay circulando por ahí otros escritos; entre ellos gnósticos (como por ejemplo, el Evangelio de Felipe o el Evangelio de Tomás), pero también otros formados por creyentes piadosos pero poco informados o desinformados (como el Protoevangelio de Santiago), o las cartas de los Padres de la Iglesia, líderes cristianos que conocieron a los Apóstoles y escribieron resguardando la enseñanza o fe cristiana (como la Carta de Clemente de Roma a los Corintios -citada arriba-, que por cierto, fue incluido entre algunas de las primeras listas del canon, o siete cartas de Ignacio de Antioquía, o la Carta de Policarpo de Esmirna a los Filipenses), o también homilías (como La Didajé que recopila varias instrucción para la Iglesia) o literatura apocalíptica (como el Apocalipsis de Pedro o El Pastor de Hermas, que también se encontraba en algunos cánones). En fin, había varios escritos circulando entre las iglesias; bueno pues tú como buen cristiano, guiado por el Espíritu Santo, te vas dando cuenta de las diferencias y similitudes entre la doctrina de los textos; vas discerniendo, aceptando algunos y rechazando otros. Así fue con otros cristianos y otras comunidades, hasta que por fin el consenso de los cristianos expresado en los concilios llegó a establecer el canon de las Escrituras.
Finalmente, entre Biblias Católicas y Protestantes solamente hay diferencias en el AT. El AT (o la 'Tanak') escrita en hebreo y arameo fue traducida al griego cuando el pueblo judío se hallaba ya bajo los griegos y luego romanos; a la traducción se le conoce como La Septuaginta (o 'de los setenta' y se abrevia LXX). La LXX incluía otros textos que se sabe fueron escritos en griego y no en hebreo. De ellos son los que tenemos en las ediciones católicas: Tobías, Judit, Ester, 1 y 2 Macabeos, Sabiduría, Eclesiástico. De manera que las Biblias protestantes se basan en el canon hebreo (llamado primer canon) y las Biblias católicas en el canon griego (segundo canon, por eso a aquellos escritos se les conoce como 'deuterocanónicos'). El NT es exactamente igual.
- Clemente de Roma. Carta a los corintios. Homilía anónima (secunda clementis). Ed. Juan José Ayán Calvo. Madrid: Editorial Ciudad Nueva, 1994.
- Ireneo de Lyon. Contra los herejes. Exposición y refutación de la falsa gnosis. Ed. Carlos Ignacio González. México, D.F.: Conferencia del Episcopado Mexicano, 2000.
- Ibíd.
- Baez-Camargo, Gonzalo. Breve historia del canon bíblico. México D.F.: Editorial CUPSA, 1992; p. 133.